Había una vez, una libélula que siempre se quejaba de que sus papás le regañaban. Sus amiguitos tenían siempre más cosas que ella. Más juguetes, más nuevos, casa más grande, hermanitos que no le molestaban. Y encima le obligaban a ir al colegio.
Sus papás le decían: tú tienes muchas cosas, donde dormir, comida cada día, alas para volar, y eres capaz de pensar. Tienes imaginación!.
Un día decidió escaparse. Decidió acabar con todo y ser libre.
Caminó y caminó...hasta que se hizo de noche. Estaba tan cansada que no sabía a donde ir. Se paró al lado del rio, por que recordó que en el colegio, alguna vez hablaron de que los pueblos inteligentes acampaban cerca de donde había agua. No pudo dormir pensando si le atacaría algun animal salvaje. Tenía frío. Recordó entonces, que los hombres inteligentes hacían fuego para calentarse y asustar a los animales.
Se hizo de día. Quería volver a casa. Pero no había dormido, no había comido, y no tenía ya fuerzas.
Entonces se paró a pensar. Fué cuando se le ocurrió la idea.
- Si tengo alas, puedo volver a casa volando!
Sus papás le decían: tú tienes muchas cosas, donde dormir, comida cada día, alas para volar, y eres capaz de pensar. Tienes imaginación!.
Un día decidió escaparse. Decidió acabar con todo y ser libre.
Caminó y caminó...hasta que se hizo de noche. Estaba tan cansada que no sabía a donde ir. Se paró al lado del rio, por que recordó que en el colegio, alguna vez hablaron de que los pueblos inteligentes acampaban cerca de donde había agua. No pudo dormir pensando si le atacaría algun animal salvaje. Tenía frío. Recordó entonces, que los hombres inteligentes hacían fuego para calentarse y asustar a los animales.
Se hizo de día. Quería volver a casa. Pero no había dormido, no había comido, y no tenía ya fuerzas.
Entonces se paró a pensar. Fué cuando se le ocurrió la idea.
- Si tengo alas, puedo volver a casa volando!